Los diarios normalmente son secretos, pero el mio no es un diario normal. Es todo vuestro.

viernes, 22 de julio de 2011

Me encanta leer tus labios

-¿Qué haces tú aquí?
-Ahora mismo, ser feliz.
-La verdad, es una buena fiesta.
-No lo digo por la fiesta, ahora mismo podríamos estar en cualquier parte, en cualquier desierto, en cualquier mar. Soy feliz porque estás frente a mi.
-¿Y si me pongo detrás... - y no había terminado la frase cuando sentí sus labios sobre los mios. Sus labios, que contaban maravillas. Historias interminables con finales felices. Historias de chicas pelirrojas y chicos pelinegros. De proyectos de matemáticos fusionados con proyectos de escritoras. Historias de polos opuestos, totalmente opuestos, que por alguna extraña razón se atraían con una fuerza sobrehumana. Historias interminables que no tienen finales felices, por la simple razón de que no tienen final.


¡Quién me iba a decir a mi esto! Hace unas horas, Ana y Sara estaban en mi casa convenciéndome para salir, y ahora, tenía una historia que contar.
-Ponte el vestido negro- decía Ana con una sonrisa en la cara.
-No me apetece.
-Pues ponte el verde- decía Sara mientras sacaba la mitad de la ropa que hay en el armario.
-Luego, toda esa ropa, hay que guardarla.
-Olivia, no te pongas borde y vístete, porque hoy vas a salir, con vestido o en pijama, tu eliges- y ahí estaba, el ultimátum de Ana. Si no me ponía uno de esos vestidos rápido, probablemente terminaría en la calle con pijama.
-Sois unas pesadas.
-Que te quieren, unas pesadas que te quieren - Sara se reía, no sé si de mí, o conmigo. Pero se reía y me hacía reír a mi.
-Vale, pero voy con vaqueros.
-Pelirroja cabezona - Ana buscaba algo por mi armario - Mira, estos mismos, pero póntelos ya. Me han dicho que iba a estar David y tienes que ir guapa.
-¿Para qué?
-Para decirle hola, claro está.

Y allí estábamos, en las puertas de la discoteca más transitada de la ciudad. Ana y Sara brincaban por las ganas de entrar, mientras yo estaba deseando irme. Música inentendible a todo volumen. Luces de colores por todos lados. Tacones, vaqueros rotos, vestidos, camisas y algunas deportivas. Gente hablando, riendo, y bebiendo. Más de un valiente bailando. Y yo esperando. Esperando, no sé a qué, no sé a quien.
-Tres tequilas, por favor - gritó Ana a mi lado.
-No me apetece beber.
-Pues lo vas a hacer, o si quieres, no lo hagas -y se bebió el suyo de un trago- Pero vas a salir ahí a bailar, a reírte, a pasártelo bien y a olvidar.
-De acuerdo -y me bebí mi tequila con limón y sin sal.

Intenté olvidarlo todo. Olvidarlos a todos. Simplemente fijarme en como ellas se lo pasaban bien, se reían y bailaban. Y comencé a imitarlas, y la verdad, no se estaba tan mal. Me gustaba esa sensación, hacía tiempo que no la sentía. Libertad. Bailar sin que nadie te diga nada. Reírse. Seguir bailando y no parar.
Y después de estar más de cuatro canciones seguidas bailando sin parar, David apareció tras de mí y me tapó los ojos. Me giré y le pregunte: "¿Qué haces tú aquí?"
Y ese instante, comienza mi historia. La historia que cuentan sus labios.

viernes, 1 de julio de 2011

Fuiste un cubalibre sin hielo

Querido diario:

Cuánto tiempo sin dedicarte una entrada ¿no crees? Cuánto tiempo sin decirte todas las cosas que pasan por mi cabeza, sin aburrirte con mis pensamientos. Cuánto tiempo sin ser yo.
Querido diario, hoy, he vuelto a fumar. Cosa que para ti, seguramente no tenga importancia, ya que esta frase te la habré dicho un millón de veces. Pero que para mí, significa mucho.

Por que para mí, volver a fumar significa volver a perderse. Adentrarse en un maldito agujero negro que no tiene salida por ningún lado. Perder el norte, y el sur. El este y el oeste. Ir sin rumbo. Decir adiós. Llorar. Querer gritar y sentir como tus cuerdas vocales no responden, porque están hasta las narices de ti, de tus lamentos y de tus indecisiones absurdas.

Puede que no sea la mejor persona del mundo. ¡Que diablos! Ni de lejos soy la mejor persona del mundo. Simplemente soy Olivia, una pelirroja empedernida (teñida, lo que resulta aun más lamentable) que adora las vocales y aborrece los números. Olivia, que nunca tiene nada claro y que ríe a los dos segundos de haber llorado. Olivia, ¿quién es Olivia? Ni yo misma lo sé. Y sinceramente, no quiero saberlo, me resulta terrorífica la simple idea de llegar a conocer algún día a esa tal Olivia. Que te hace perder el rumbo, que te atrae hacia su agujero negro.

Café y un cigarro. Era lo único que necesitaba, ¿y por qué no? ¿qué me impide fumar? ¿mi conciencia? A estas alturas, mando al mismísimo infierno a Pepito Grillo, ¡qué le den!. Delirios, sarcasmos, ironías y sonrisas falsas... me estoy volviendo loca. Buena forma de comenzar el verano, si señor. Y es que últimamente, se me llenan los pulmones de promesas por cumplir. Y eso duele. Al igual que duele el hartarse a fiesta, porque estaba acostumbrada a curarme las heridas con ginebra. Pero el verano parece evitar la ginebra.

Así que vamos a dejarnos de polipolaridades (ya no existe lo bipolar) porque el otro día leí algo que decía "hay cierto placer en la locura, que solo el loco conoce" Bien, pues esta loca, te invita a fumarte sus pantalones de pitillo. Y ahora ya, aceptar o no la invitación, queda de tu mano.

Querido David, fuiste un cubalibre sin hielo, y aun que lo creas absurdo, hoy te echo de menos.