Los diarios normalmente son secretos, pero el mio no es un diario normal. Es todo vuestro.

jueves, 2 de enero de 2014

Adiós, corazón.



Nos tomamos demasiado al pie de la letra aquello de “año nuevo, vida nueva”, por eso, después de varios días sin verlo un 2 de Enero me dijo:

-Ya no me gustas como antes.

Y crash, corazón roto de nuevo. Había unos doscientos cincuenta y siete pedacitos de mi corazón esparcidos por todo el coche y él no se había dado ni cuenta. Con lo que nos costó arreglarlo, todos los meses que estuvimos buscando todos los pedacitos para ponerlos en su sitio, y llegas ahora y en una frase te lo cargas.

Yo os juro que iba toda digna, que llevaba días y días preparando un discurso super bonito, que después de todas las Navidades sin verle ya tenía asumidísimo que esto se acababa. Créeme, era precioso, nos iba a dejar por las nubes, porque nuestra relación fue algo así, nubes, y sol, y tormenta y arcoíris. Y lo más normal era dejarla a la altura que se merecía y no romperla de una manera tan absurda. Tú siempre fuiste un poco absurdo, y aun así te quise (y te quiero) con todo mi corazón (bueno, ahora con lo que queda de él).

Pero después de decir esas palabras, ¿cómo querías que diese mi discurso? Únicamente me salió un triste “vale” con el hilillo de voz más ridículo del mundo. Y es que me sentía ridícula, ¿más de dos años juntos y sólo se te ocurre decir eso? Sólo podía pensar en "no llores, no llores". Que quizás es que yo soy demasiado romántica, pero creo que no me merecía esas palabras.
Desde el primer día ambos sabíamos que esto tenía fecha de caducidad, que era una locura, que yo me iba ir algún día, que tú nunca ibas a cambiar. Pero lo cierto es que nunca pensé en ella, simplemente vivimos, y me acostumbré a ello, me acostumbré a ti. Le cogí cariño a los viernes en tu regazo y a los sábados bailando contigo, a la tortilla de patata con cebolla, a ese maldito gato loco que no hacía otra cosa que arañarme. Le cogí cariño a todo lo tuyo, y me olvidé de nuestra fecha límite.

En fin, aquí estaba, así que salí del coche con la mano en el pecho, sujetando el poquito corazón que me habías dejado, dedicándote el “adiós” más triste del mundo y una última mirada. Me di la vuelta, me eché a llorar como una niña pequeña y me rompí enterita. Vacía, así me has dejado.


Y lo que tengo claro es que superar lo nuestro es realmente la cosa más triste que le ha pasado al amor en toda su vida.